De la variedad de fórmulas que se combinaron en el concierto de anoche, la más difícil de conciliar –en el plano del diálogo instrumental- fue la introducción de la batería en reemplazo de la percusión tradicional de las formaciones orquestales, una audacia que tuvo resultados dispares. Esa interacción transitó entre el desacuerdo ("Cadáver exquisito") y la comunión ("Ciudad de pobres corazones").
Claro que hubo momentos lúcidos: la introducción de vientos de "11 y 6"; la relación piano-contrabajo de "Parte del aire"; la sección de cuerdas en el arreglo de "Detrás del muro de los lamentos", o la evocación de creaciones que tienen un lugar ganado en la historia de la música popular argentina como la interpretación, sin desbordes vocales, de "Tumbas de la gloria".
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