Cinco de los seis criminalistas convocados por la fiscal Viviana Fein para la pericia clave de establecer la mecánica de la muerte acordaron que Nisman estaba solo en el baño del departamento que alquilaba en la torre del complejo Le Parc cuando, alrededor del mediodía del 18 de enero, una bala calibre 22 penetró en su parietal derecho y terminó con su vida de manera casi instantánea.
La balanza también se inclina a la hipótesis de muerte autoinflingida porque en el sitio y en el arma no se encontraron otras huellas dactilares o perfiles genéticos que los del ex fiscal de la causa AMIA, quien tampoco había ingerido tóxicos que alteraran su conciencia ni presentaba ningún herida de defensa, como mostró la autopsia.
Solo los peritos de parte de la jueza Sandra Arroyo Salgado, que querella en nombre de las dos hijas que tuvo con Nisman, siguen sosteniendo que se trató de un asesinato y le apuntan al especialista en informática Diego Lagomarisno, que declaró haberle prestado el arma, pero sus argumentos no han revelado hasta aquí tener mayor rigor científico.
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