El segundo superclásico del año tuvo un desarrollo entretenido y parejo hasta los 15 minutos iniciales y luego a un Boca contragolpeador y demoledor ante un River, endeble e irreconocible.
Arruabarrena dispuso un 4-3-3, con las líneas bien pegadas (para no darle espacios a su rival), sin tanta presión como en el clásico de la semana pasada en Mar del Plata (triunfo por 1-0, con gol de Cristaldo), pero con una premisa clara: ser veloz y preciso para jugar de contraataque.
Gallardo, en tanto, diagramó un 4-3-1-2, con muchísima distancia entre las líneas, sin presión en la zona central y con muy poco juego de mitad de cancha hacia adelante.
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